Es asombrosamente sencillo con el campo a la vista. La CAMINATA ya es de por sí liberadora de fastos y nefastos ambientales. Sensaciones que no se pueden comerciar, son intransferibles, son íntimas y fascinantes.

 

La tentación umbría del arbolado nos desvía los pasos por el BOSQUE. Los aromas nos atraen a la realidad, con la visita escindida de los rayos de sol y la recia presencia de los troncos amparando la vitalidad latente.

 

Una breve ascensión por la LADERA nos sitúa ante las múltiples perspectivas, se palpa el asiento de los seres vivos en la trama inorgánica, con la limpieza de los aires sanadores y los horizontes abiertos, por arriba y por abajo.

 

Pocos placeres comparables con aquel de sentarse en la ORILLA del torrente impetuoso, sobre las hierbas húmedas, a la escucha de las aguas agitadas. El flujo se combina con la quietud y las vistas avizorando la inmensidad.

 

Se percibe un fenómeno inaudito, el hundimiento de las polarizaciones, confluyen los sonidos, la tranquilidad y la vitalidad, en una reunión fantástica de VIBRACIONES inconmensurables. El dinamismo del proceso manifiesta un paralelismo equilibrado con los sentimientos de los adentros personales.