Como escribió W.B. Yeats, el hombre está dentro de la verdad, pero no puede conocerla. Ahí nos duele. ¿Qué verdad? La tuya, la mía, la de la tele… Los grandes ANHELOS anclan en lo desconocido.

 

Nos resultan chocantes aquellos profetas antiguos. ¡Qué cosas pasaban! Pues bien, quién lo iba a decir, ahora están saturadas las PANTALLAS de oráculos y profetas; cargados de algoritmos o simplemente alardeando con sus voces.

 

Ya deviene en histeria tanta proliferación de sabedores de todo, siempre ante una meta ilimitada. Es llamativa la PARADOJA, desaparecen los criterios mientras aumentan los pronunciamientos.

 

La locura del libertinaje arbitrario no es ni un artificio, carece de la estructura razonada. La VIBRACIÓN sensacionalista es fácil de conseguir, sólo es cuestión de sonidos e imágenes fuera de lo común.

 

La implicación del NÚCLEO personal en la trama de la existencia, nunca da en arbitrarias voces, requiere criterio y seguimiento discriminatorio. La respuesta son respuestas, y estas diversas, y nosotros buscadores de algunos tramos de ensueño. Así como el logro de entonar los lenguajes pertinentes.