Solemos perdernos en maquinaciones erráticas. Se convierten en ESCANDALOSAS porque desvían nuestra inteligencia por derroteros extraños, alejados de aquello que alienta la sustancia individual.

 

La primera ironía nos descabalga del discernimiento bien razonado, nos atraen con preferencia los dicharacheros, los oráculos, fantasmas y voceadores; elegimos A CIEGAS los focos de atención.

 

Otra tendencia paradójica surge a pesar de los múltiples saberes y dependencias. Nos centramos en el SOLIPSISMOS de un yo basado en el equívoco, interpretado a base del equívoco de prescindir de todos los alrededores que le constituyen.

 

También nos diluimos en una actividad desaforada, con ansias permanentes de aumentar la velocidad. Al son de los hilos que nos mueven como POLICHINELAS, sin pensar siquiera en las implicaciones y aportaciones personales.

 

Y miren por donde, requerimos de la placidez de un paraje sencillo para dar al traste con tanta ironía. No hacen falta testigos ni gran aparataje. Desde la cima alavesa del TOLOÑO o cualquier paraje similar, sintonizo con el cosmos y con las partículas, para descubrir la transparencia esencial como seres vivos, esa sintonía maravillosa.