Si miramos sin mirar o elucubramos sin pensar, solemos encontrarnos pisando charcos embarrados, como si camináramos en plena oscuridad comunitaria. Incluso pudiera parecernos normal en caso de persistir en dichas actitudes tan turbias.

 

Sin embargo, aún en estas andanzas menesterosas, por entre la panorámica sombría detectamos algún brillo esperanzador. Visto de cerca, se percibe el PÁLPITO que lo mantiene encendido, procede del cariño de los seres queridos y su dedicación entrañable.

 

Miren por donde, entre pequeños juegos y boberías, sorprende el hallazgo de auténticos fogonazos, probablemente de potencialidad infinita. Nos deslumbran desde la espontánea MIRADA, nítida y lozana, de esos niños tan diversos en el amplio mundo.

 

También, también, surgen potentes resplandores en las actividades tan ajetreadas de la modernidad. Padecemos crispaciones, malicias y desidias, que vienen a realzar las luces procedentes de los profesionales que se dan por entero y nos tratan bien. Su DEDICACIÓN es esclarecedora.

 

Y si no nos escondemos, a veces suele encenderse una buena iluminación desde las baterías interiores, al habernos implicado de la mejor manera posible, sin tapujos, con las antenas desplegadas y los afanes centrados en la excelencia de nuestras APORTACIONES; con defectos, pero saltando ágiles sobre ellos.