Mis periquitos duermen, vaya si duermen. Chapurrean y cantan, alegran sin duda el ambiente. Mezclan arrullos y pendencias entreveradas de pausas equívocas, acumulan nuevas ENERGÍAS.
Intercambian EMOCIONES con el resto de acompañantes, entradas, salidas, luces, sombras, ruidos, niños… Responden a su manera, con gestos expresivos, sin perder su ritmo vivaracho.
No obstante, en el ámbito relacional planea el asunto de la JAULA, siempre presente en su vida, con la lógica confrontación entre las sensaciones instintivas y la realidad; esa eterna cuestión.
Su RETO existencial no sabe mucho de sentidos profundos; despliegan su presencia que ya es bastante. La gradación de las ataduras convierte a la libertad en una entidad pendiente de calibraciones razonadas.
¡Ah! Pero, la EVASIÓN de los periquitos los implantó en situaciones diferentes; quién sabe si insalvables.
No lo sabremos, perdimos su dialogante intercambio sin determinar todas las respuestas. Quedó plasmado el valor de una ENTRAÑABLE convivencia.