La anunciada retirada de EEUU de los acuerdos de París contra el cambio climático impulsada por la administración de Donald Trump está generando un sentimiento de preocupación y de incertidumbre sobre el futuro de nuestro planeta.

Lejos de querer minimizar el problema y el riesgo que supone este retroceso, queremos hablar aquí de una realidad que no recibe la atención que merece, tal vez por carecer de ese carácter sensacionalista que tienen los disparates del presidente, que tanto interés generan en las redes sociales.

Esta realidad es que, a pesar de todo, EEUU avanza hacia la revolución energética gracias al notable esfuerzo de su ciudadanía.

El hecho de pensar que las líneas políticas de una administración y la voluntad de la ciudadanía a la que representa coinciden es una falacia común. El mejor método para no caer en la trampa de esas irreflexivas generalizaciones y tener así una visión más coherente y completa de cualquier fenómeno, es fijarse en la respuesta y en la actitud del conjunto de los ciudadanos, algo que por desgracia no recibe la suficiente atención mediática. Un ejemplo de lo que acabamos de decir es lo que está pasando en Estados Unidos: ¿es verdad que ahora, con la retirada de los acuerdos de París, EEUU va camino a convertirse en el verdugo del planeta? ¿Es posible que la simple voluntad del presidente y de sus aliados acabe con el proceso de reducción de la contaminación de gases de efecto invernadero y el desarrollo de energías limpias y renovables?

La respuesta es no. El problema existe, nadie lo niega, porque la administración central puede hacer mucho para impulsar nuevas y necesarias políticas medioambientales, y la ciudadanía necesita apoyo para seguir avanzando en la revolución energética. Pero, a falta de eso, la International Energy Agency (IEA) ha publicado un informe en el que asegura que la capacidad de energía solar y eólica representa los dos tercios de las nuevas instalaciones puestas en marcha en el país en 2016, que la producción de energía solar crece a mayor ritmo que la del carbón, y sobre todo que el sector de la energías renovables está generando muchos puestos de trabajo: ya son más de tres millones, y siguen aumentando.

Ya, ¡pero Trump puede cargárselo todo!

¿Cómo? Anulando los afectos del Clean Power Plan, un acuerdo de reducción de la contaminación de carbono. Esto supondría un enorme retroceso, pero ¿Estamos seguros de que una medida de este tipo es coherente con el discurso de América primero? No exactamente, ya que las energías renovables representan una gran oportunidad de negocio en Estados Unidos: los costes de producción se desploman y el sector aspira a convertirse en uno de los motores de la economía del país. Este proceso es irreversible: si la administración lo impidiera, estaría actuando en contra de su propio mantra inspirador, America primero.

¿Cómo la ciudadanía está actuando para oponerse a las políticas ambientales de la administración Trump?

La respuesta de la ciudadanía está siendo ejemplar, y nos muestra que no es verdad que los estadounidenses no se sienten afectados por los efectos del cambio climático.

Veamos unos ejemplos: 14 Estados y 381 alcaldes, representantes de más de 67 millones de estadounidenses, se han comprometido a respetar el Acuerdo de París independientemente de las decisiones de Trump. Decenas de ciudades están avanzando hacia el objetivo de depender exclusivamente de energías renovables. Los nueve Estados miembros del RGGI, el Regional Greenhouse Gas Initiative (Connecticut, Delaware, Maine, Maryland, Massachusetts, Nuevo Hampshire, Nueva York, Rhode Island y Vermont, a los que se añadirá en breve también New Jersey) han anunciado la propuesta de reducir las emisiones de carbono entre 2020 y 2030 un 30% más de lo que se había anteriormente pactado, lo que supondría un 65% total. Virginia está desarrollando un programa de comercio que favorezca las empresas comprometidas con la producción de energía renovable y penalice las centrales de energía contaminante. California encabeza la batalla contra el cambio climático en Estados Unidos y ha tomado importantes medidas para reducir sus emisiones de gas invernadero. Más de la mitad de los Estados aplica las normas de la cartera de renovables, un sistema de metas para impulsar la producción de energías limpias.

Las empresas privadas también están redoblando sus esfuerzos: La American Electric Power, la mayor empresa de producción de electricidad a partir de carbón en EEUU, ha criticado las decisiones de Donald Trump y se ha comprometido a seguir convirtiendo sus centrales a la energía eólica y solar: desde 2005 ya han reducido del 44% sus emisiones contaminantes. La mayor productora de energía del país, la Duke Energy, ha anunciado un plan para reducir del 40% sus emisiones de carbono, y DTE Energy quiere alcanzar el umbral del 80%. Y así Minnesota Power (44%), Xcel Energy (60%), Berkshire Hathaway Energy (100%).

Más información está disponible en la página web de EDF, una organización ecologista entre las más importantes de EEUU, formada por más de dos millones de miembros y un equipo formado por científicos, economistas, políticos y otros profesionales (Copyright © 2017 Environmental Defense Fund. Used by permission. The original material is available at http://blogs.edf.org/climate411/)