El final de la vida es una propiedad comunitaria como ninguna otra. Cumplida su etapa, entramos en lo desconocido. Aunque lo de nuestras PRESENCIAS no habrá desaparecido, sus proyecciones al futuro presentan alcances imprevistos.
La vida de uno es un fiel reflejo de la afirmación anterior. No sería como es, no tendría sus características, sin las PROYECCIONES en activo de sus predecesores. Sin duda, cada uno les pondrá nombres y apellidos.
Toda la saga FAMILIAR forjó una serie de detalles mágicos de cara a la supervivencia, pero también conformando sensibilidades y afectos, el entusiasmo y el coraje, para el buen hacer de los futuros vástagos.
Sin aquel ESTÍMULOS decisivo del maestro de primaria, sin el cuidado de ese médico de cabecera, como la labor minuciosa de los profesionales próximos, sin el calor comunitario, el logro de sus presencias respetables hubiera decaído.
La cadena de las direcciones positivas es muy larga, las RAMIFICACIONES se extienden en el tiempo, pero también en la amplitud del ámbito demográfico. Sin el tronco inicial, las ramas no existirían , ni sus flores ni sus frutos.
Amanece cada día plagado de buenas noticias, las incesantes APORTACIONES satisfactorias, que no saben de renuncias indignas.