Ser guapa es algo muy normal, muchas lo son; todas son guapas. Pero bonita… Hay muy pocas que sean bonitas de verdad. Y ella lo era. Bonita es cuando es todo, ¿sabes? A mí me gustaba por eso. Porque era ella toda ella cuando sonreía, cuando hablaba, cuando se levantaba por las mañanas “hecha un desastre” con esa belleza salvaje que tenía la caótica armonía de su pelo en rompan filas, cuando su mirada se hacía dulce y melancólica, cuando contaba cosas disparatadas que sólo a ella le asustaban; cuando lloraba de puro vivir, cuando el mundo le pesaba demasiado como para seguir despierta. Tan natural, única e irrepetible como la última flor de la primavera. Ella era bonita por todo eso.
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